La
investigación en la que estoy trabajando en este momento implica
muchas entrevistas con funcionarios públicos de nivel medio y alto
(directores de área y directores generales básicamente). Aunque
procuramos ir en parejas a hacer las entrevistas, ayer me tocó ir
sola con un señor director de algo. Cuando terminamos se ofreció a
darme un 'recorrido' por las instalaciones de la dirección. No supe
muy bien cómo decirle que no tenía mucho sentido (puesto que
básicamente un recorrido por las instalaciones de la dirección no
me aportaría gran cosa para la investigación) así que agradecí y
me dispuse a seguirlo mientras calculaba cuánto tiempo me quedaría
libre para comer antes de la siguiente cita.
El
recorrido fue muy extraño: me presentó a casi todo mundo, me enseñó
todas las oficinas y finalmente llegamos a la sala de juntas que,
evidentemente, estaba sola, oscura y silenciosa. Mientras el don me
decía cosas obvias e inútiles (“y aquí es nuestra sala de juntas
donde... hacemos juntas”) se le ocurrió acariciarme – masajearme
la espalda. Yo me quedé pasmada, porque estoy segurísima de que fue
un intento de hostigamiento y de que estaba esperando mi reacción
para ver qué hacer a continuación.
Mi
reacción no fue tan contundente como cualquiera se esperaría de una
feminista convencida y militante, etc., etc. Sólo lo vi directamente
y le dije que 'muchas gracias por todo, tengo que irme porque tengo
una cita a la que ya voy un poco tarde, creo que puedo llegar sola a
la salida'. El don (ahora presunto acosador) sólo me dijo que 'sí,
sí, claro, ya sabe dónde encontrarme, que tenga buen día'.
Es
curiosa toda la maraña de ideas que desde entonces he estado
pensando. Me imagino, por ejemplo, qué hubiera pasado si mi reacción
fuera otra: qué tal si hubiera gritado, lo hubiera insultado, le
hubiera llamado a mis jefas, hubiera amenazado con tomar acciones de
otra índole. Quizás (muy probablemente) hubiera hecho el ridículo:
no tengo absolutamente ninguna prueba de que fue una acción de
acoso, nada más allá de toda una vida de conocimientos y
experiencias cristalizadas en eso que llamamos 'sentido común' que
nos permite leer una situación concreta. Estoy segura (segura,
segura) de que el don planeó el recorrido con toda la intención de
llegar a la sala de juntas y acariciarme la espalda. Estoy segura
(segura, segura) de que esa era la primera acción para ver cómo
reaccionaba yo.
Lo
difícil de estos casos es cómo explicar esto cuando se quiere ir
más allá. Me lo imagino perfectamente revirando mi 'estoy segura de
que tenía otras intenciones' con argumentos como 'es que yo así soy
de cariñoso con todo el personal, no fue con mala intención, ni que
estuviera usted tan guapa, está malinterpretando las cosas', etc.,
etc.
Qué
bueno que yo no tendré que toparme con este tipo nunca jamás en la
vida. ¿Pero y qué pasa con las mujeres que deben padecer a un jefe
así todos los días? Para empezar, qué jodido que un tipo crea que
por ser hombre, estar en una posición de poder, ser mucho mayor que
yo, tiene el 'derecho' de buscar un acercamiento de otra índole
conmigo. ¿Es de verdad así? ¿es que en serio los hombres ven a una
mujer joven sola haciendo su trabajo y no pueden pensar en otra cosa
que 'la llevo a la sala de juntas y si hay suerte nos vamos a un
hotel'?
¿Estoy
exagerando? Estoy exagerando, pensarán muchos. 'Si nomás le
acarició la espalda, pinche vieja mamona'.
Esto
me recuerda algo que una alumna me contó hace poco. Tenía un jefe
que era muy 'cariñoso' con ella hasta que un mal día se atrevió a
darle una nalgada. Ella, como buena mujer profesionista independiente
con cierta formación en género, decidió denunciar al tipo por
hostigamiento sexual. Afortunadamente en su institución había un
procedimiento claro para estos casos y terminaron corriendo al
hostigador.
Podríamos
pensar que se trata de un 'final feliz' si no es porque la alumna
terminó renunciando poco después: las actitudes de sus compañeros
fueron totalmente hostiles hacia ella a partir del incidente. Me
contaba de manera muy atribulada que en un principio varias personas
la felicitaron por su decisión de no callarse y buscar justicia.
Hasta que, claro, se supo que despidieron al jefe por esta razón y
entonces todo mundo cambió de actitud: “oye Menganita, ¿no se te
habrá ido la mano por una simple nalgada? ¿no estarás exagerando
dejando a un padre de familia sin chamba en estos tiempos tan
difíciles? ¿no habrás malinterpretado una bromita de mal gusto?
Exageraste'.
Es
un tema bien jodido esto del hostigamiento, porque a menudo si la
persona hostigada no denuncia es 'una pendeja', pero si denuncia y el
responsible es castigado 'es una exagerada, por eso nadie quiere a
las feministas'.
Qué
jodido entonces que nos dejen casi sin soluciones satisfactorias.
Me
imagino, por supuesto, que el nalgueador tampoco imaginó jamás que
la situación iría tan lejos, que la nalgada le costaría su chamba
de jefe. Y acá está (según yo) parte del verdadero problema y de
lo jodido de la situación: que a menudo los varones ni siquiera se
dan cuenta de las relaciones de poder que viven y encarnan.
Por
eso, supongo, es tan importante que logremos que los hombres se
involucren en temas de género: que piensen sobre ellos, los
reflexionen, los estudien, los comprendan. Porque es urgente que sean
concientes de los vergonzantes privilegios que la sociedad les ha
concedido y entonces (ojalá) quizás pueden empezar a renunciar a
ellos en aras de un mundo más justo y menos desigual.
Ya sé que
estoy pidiendo demasiado, pero es que el fin de año bla, bla, bla.
Hola! Me sentí identificada porque también yo he ponderado de esta manera si valdrá o no toda la pena (que es mucha) levantar la voz ante un abuso u hostigamiento.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo que los sujetos a veces no caen en la seriedad del asunto porque simplemente no lo ven. Mas ¿cual sería la propuesta? Educación en género me pasa por la mente pero idk. Saludos.